¿QUIÉN ES MI SEMEJANTE?

¿Quién es el otro?

 

Oscar OCHOA de la MAZA

SUMMARY

GÜL-XOKIÑ

It is worth noticing the increase of the death rates in car accidents, murder and suicide per hundred inhabitants between 1992 and 1996 in Arica. By 1996: 16.9 and 15.8 and 15.3 respectibly. This last one distinguished by ethnia, possibly the highest in Chile.

Likewise surviving strategies of the urban aymara populations to overcome an individualistic way of life which discriminate them are described. Conducts, which could be associated with the suicide rates, are described.

Among the associations an estimation of the relative risk–RR(e) of the aymara factor associated to poisoning with organophosphorates (code x68 of the ICE–10) was made, as a result it has bee found that the one having the factor have 4.50 more possibilities of committing suicide with organophosphorates than those nor presenting the factor, the calculus of the rate being 77.8% (43.5 to 91.8).

Kiñe kimün winkaulu, petu lagümüglu. Taiñ warria-Chumgien Aymara, ka chuchigen ñi rakizuam lawentun.

Rüfkünu gelay kiñe xokiñ zugu ñi kimgeal tachi kuxan. Gelay kiñe rüf zugu, ñi feypilen cheu ñi wüzan ka ñi feipilen chuchi kimün lawentun kuxan zugu. Tüfa chi kuxan zugu llituy ka xipay gam kake mapu kimüm meu.

Elgey chumiechi ñi azümugken ta pu aymara tañi chumiechi ñi mogeleal pu-warriache, tañi yeal feychi winka kimün üzeketeu. Ka femiechi gam kake günen tañi yeketeu ñi kizu ñi lagümuwal.

Muley ñi kimgeal ponui xawüluwlu pu che, chumiechi ñi amulen ta kizutu lagümuglu tvfa chi zugu meu, kake pataka warranka che meu, kake rume xonkü poulu winkake makina meu, lagümgelu ka kizu lagümuglu, tüfa chi xipantu meu 1992-1996 (amulelu tüfa chi mogen) fey túfa chi zugu rupay Arika Mapu meu. Tüfa chi xipantu 1996 tüfachi rakiñ xipay: 16,9- 5,8 – 15,3 kake rume lagün zugu. Tüfa chi inan xoy, xipalu kake gül mapu meu, soy alün gey.

(tradución al MAPUZUGUN de Luz Aillañir y de Juan Ñanculef, Temuco warria.)

 

(fuente: AYMARA UTA)

Borges decía que pocas cosas podían decirle peor que Ahí está Borges, repitiéndose a sí mismo. Voy a comenzar sintiendo ese horrible sentimiento de repetirse (que la gente llama molestia y los psicoanalistas síntoma), recordando un trabajo presentado en Villarica, Región de Araucanía, en el III Encuentro de Salud y Pueblos Indígenas, en 1999, en colaboración con Patricia Gallegos (por aquel entonces alumna, ahora psicóloga egresada de la Universidad de Tarapacá).

Dijimos allá que, desde los relatos narrados por diferentes fuentes, se puede afirmar que la comunidad aymará mantiene conductas adaptativas que involucran esencialmente soluciones de grupo, que pasan por una suerte de reconocimiento de la identidad cultural. Debido a esto, la renovación de los lazos familiares y tradicionales perdidos al emigrar las familias desde sus comunidades de origen, recobra, en ellos, el «sentido de la vida» perdido en las diferentes y sucesivas migraciones.

Sin embargo, cuando llegan a la ciudad, es fuerte, para los jóvenes, la sensación de que no se los interpreta, que lo que se les ofrece no interesa, o que lo que ellos viven es severamente mal interpretado por los otros. Por ejemplo, aquello de que los indios se juntan a puro tomar, cuando la relación entre la comunidad aymará y el alcohol se mediatiza a través de distintos ceremoniales y símbolos que no pasan por la tradicional cura chilena.

Reconocemos también, en el ámbito educacional, que los jóvenes aymarás suelen refugiarse en grupos bastante cerrados y, dentro de esos grupos, el consumo de alcohol alcanza altos niveles (incluso durante la jornada escolar). Se presupone que esta actitud se debe al rechazo que, implícitamente, se reconoce existe hacia los aymarás. Rechazo que no es reconocido oficialmente; pero, es vivido entre los alumnos con sus pares.

La solución a esta situación vuelve a ser el agruparse; pero sin un reconocimiento de identidad explícito, ni con una idea de reconocimiento de identidad explícito. Termina siendo el objetivo final sólo reunirse.

El inverso de esta situación lo ofrecen los alumnos aymarás que, sin estar integrados plenamente a su curso, consiguen aceptación a través del rendimiento académico. Rendimiento impulsado por la familia y la comunidad aymará organizada, y favorecido por las políticas del gobierno a través de, por ejemplo, las Becas Indígenas. No obstante, aún siendo de rendimiento excelente, muchos de estos jóvenes no ingresan a estudios superiores y los que lo hacen acceden a carreras específicas, generalmente de comercio, impulsados por sus padres, quienes habitualmente ya se dedican al área.

Cuando la persona aymará no logra compartir un espacio común en la igualdad, ya sea por ausencia de redes, o por haber renunciado a éstas voluntariamente (por ejemplo, durante la chilenización), o por haber convertido el instrumento de adaptación en el objetivo final (por ejemplo, alcoholismo, drogas), no parece ser capaz de encontrar otro modo de significar las experiencias desde una vida única, diaria, y finita, hasta una vida común, trascendente e infinita, que le brinde la ilusión de la continuidad de la realidad y la posibilidad de trascendencia, produciéndose entonces un quiebre que puede llevarlo a desvincularse de ésta realidad que no sabe cómo abordar o interpretar, o a una depresión en la que decida simplemente terminar el sin sentido de su vida.

Las tasas encontradas de suicidio, en Arica, podrían asociarse a lo dicho. Esta información ha sido ya presentada en diferentes oportunidades, así que voy a pasarla con rapidez.

TABLA nº 1: "Tasas de Mortalidad por 100.000 habitantes de suicidios, en Chile y Arica, en 1990 y 2000, Iquique 2001"

Puede verse, por un lado, que la tasa por 100.000 habitantes de suicidio en Chile, no ha variado considerablemente en estos años. Cosa que suele ocurrir en todo el mundo. Suelen ser tasas que no oscilan demasiado. Sin embargo, en 1996, encontramos que en la zona de influencia del Servicio de Salud de Arica, la tasa nacional de suicidio se duplicaban para 1993 y triplicaba para 1996. Actualmente, los alumnos de la Universidad de Tarapacá Iris Rubio Medina y Luis Farías Yarulaque, en desarrollo de su memoria de titulación Estudio epidemiológico del suicidio en Arica (1991/2000), que guío, junto al profesor Francisco Leal Soto, empiezan a mostrar como el factor aymará tiene mucho que ver en estas tasas.

Asimismo, en 1996, se consideró la estimación del riesgo relativo —RR(e)— del factor ser aymará asociado a envenenamiento con organofosforados (código X68 del CIE-10), como forma de suicidarse.

TABLA nº 2: "Estimación del RR(e) del factor ser aymará asociado a envenenamiento por organofosforados, en suicidios notificados en Arica en el Servicio de Salud de Arica en el período 1991-1996, Arica, 1997".

Obteniéndose que los que presentan el factor ser aymará tienen 4.50 veces más probabilidad de suicidarse con organofosforados que quienes no lo presentan; siendo el cálculo de la Fracción Atribuible del 77.8 por ciento (43.5 a 91.8).

 

Reconozco que nos toca vivir una época en que se habla mucho del trabajo interdisciplinario. De síntesis conceptual, de enfoques no tradicionales; pero, muy a menudo —demasiado a menudo dice Bosch (1985)— esas palabras constituyen sólo buenos deseos, meras declaraciones, que a su vez encubren ideas confusas e ineficacia operativa. Encontramos que los intentos de llevar a la práctica aquellas intenciones, la mayoría de las veces, adolecen de majestuosa superficialidad y hasta endeblez teórica.

En prevención primaria, se previenen enfermos aumentando los sanos. La desaparición de casos nuevos es concepto comunitario. Es obvio que esto no quiere decir descuidar al individuo, sino asumir mayor responsabilidad. Ayer, en este Congreso, escuché decir algo que quiero subrayar por medio de la repetición: no debería interesarnos tanto la causa de enfermedad de algunos como las razones de salud de otros. Voy a girar la exposición sobre esto último.

Actualmente, algunos autores (González y Gavilán 1990) concluyen que los aymarás chilenos ya no tendrían una etnia tan única. Enumeran indicadores que suponen una desintegración; pero, leídos desde otro lugar, podrían interpretarse como estrategias de supervivencia. Voy a adherir a esto último. No sin antes reconocer que el mayor desafío valórico que tenemos, entre manos, pueda resumirse en dar respuesta a la relación entre identidad y pluralismo.

Chocar dos culturas para el caso que nos ocupa, es chocar dos sistemas de salud, con normas y definiciones diferentes. A modo de ejemplo, referido a la población del altiplano y urbano–marginal, un 75% están a favor del sistema de salud aymará. En términos de cobertura tienen una mayor que nosotros.

Como decía, la dificultad principal que tenemos es no haber abordado conceptos como identidad y pluralismo, el problema de la integración y participación, con una mirada que posibilite el encuentro entre dos mundos diametralmente opuestos, sistemas y culturas en contraposición social, económica, religiosa. Y, todo, como paso posterior al ejercicio la tolerancia, que nos defina como diferentes; más, no contrarios ni enemigos. Tolerancia que presupone respetar la salud–enfermedad en su contexto. Por ejemplo: Seguimos desconociendo el parto aymará domiciliario. Obligando a las futuras mamás aymarás al parto institucionalizado. Vamos a volver a esto más adelante.

Escribió Lacan en su Seminario Escritos Técnicos de Freud, que la palabra o el concepto, no es una sombra, una ilusión virtual de la cosa que nombra, es la cosa misma.

Juguemos un poco en lo real, dentro de este Seminario que voy a estar citando. Pensemos en la palabra aymará. Porque la palabra aymará existe en nuestra lengua ha entrado en nuestras deliberaciones, aunque los aymarás no se llamen así a sí mismos. Les recuerdo que el nombre aymará fue introducido por Polo Ondegardo en 1559, refiriéndose a la lengua. Por extensión, seguimos utilizándola como sinónimo del pueblo qolla.

Gracias a que existe la palabra, podemos tomar resoluciones, lamentablemente a veces decisivas, en su historia. Aunque nunca hayamos hablado con un aymará. Es decir, sólo con la palabra aymará, y el modo que la utilizamos, les ocurren cosas, favorables o desfavorables, a ellos. Por otra parte, nos diría Lacan, basta que hable de ellos para que, gracias a la palabra, no sea necesario que estén aquí. Y, sin embargo, efectivamente estén aquí, y sean más reales que los individuos aymarás contingentes. Es lo que Lacan llama relación imaginaria con el otro (Y lo escribe O–O').

La palabra es una rueda de molino donde constantemente se mediatiza el deseo humano al penetrar en el sistema del lenguaje, escribió Lacan. Y destacaba el registro del orden simbólico porque no debería nunca perderse esa referencia.

Estoy citando la Clase 14 (12 de mayo de 1954), Las fluctuaciones de la libido, del Seminario de Lacan Escritos técnicos de Freud.

Dice allí: El objeto humano está originariamente mediatizado por la vía de la rivalidad, por la exacerbación de la relación con el rival, por la relación de prestigio y prestancia. Es ya una relación del orden de la alienación puesto que el sujeto se capta primero como yo en el rival.

Existe entre los seres humanos una relación destructora y mortal. Siempre está allí presente (esta relación) en forma subyacente. El mito político de lucha por la vida sirvió para insertar muchas cosas. Si Darwin lo forjó, fue porque formaba parte de una nación de corsarios (piratas), cuya industria fundamental era el racismo.

En realidad, todo se opone a esta tesis acerca de la supervivencia de las especies más fuertes, es un mito que se opone a los hechos, sostiene Lacan. Todo prueba que hay puntos de constancia y equilibrio propios de cada especie. Y que las especies viven en una especie de coordinación, presente incluso entre devoradores y devorados. Jamás se llega a un radicalismo destructor: el cual simplemente culminaría en el aniquilamiento de la especie de los devorados, quienes ya no tendrían nada que comer. La estrecha intercoaptación que existe en el plano de la vida no se lleva a cabo en una lucha a muerte.

Quiero ejemplificar esto apoyándome en una Memoria de titulación titulada Propuesta psicoprofiláctica en la atención de embarazadas aymarás, de los alumnos de la Universidad de Tarapacá Mauricio Muñoz Arancibia y Marcelo Segovia Contreras, que guío junto con el profesor Roberto Storey Meza (y de seguro va a dar que hablar cuando se termine).

Entrevistaron a un matrimonio aymará originario en el altiplano, que hace cinco años vive en Arica. Tiene siete hijos, de los cuales cinco han nacido en el interior y los dos últimos en la ciudad de Arica, todos ellos nacieron en el domicilio asistido por el padre, aunque en el primero sólo fue un observador de cómo su madre lo asistía. El último de los nacimientos fue tan sólo hace diez meses atrás.

¿Cómo pudieron hacerlo? Porque si ustedes van al Servicio de Salud de Arica (fui parte de ese Servicio alguna vez), personas especializadas en el tema, les va a decir que sólo hay partos institucionalizados (ni les cuento si preguntamos en el Ministerio). Que es un mito lo del parto aymará.

Veamos las estrategias utilizadas por ese matrimonio, que son paradigmáticas:

Me ganó la wawa: Como no existen métodos sofisticados para determinar la fecha de gestación en las rondas médicas que se hacen en el altiplano, las aymarás embarazadas reportan tener un mes menos de embarazo que el real; por tanto, cuando el servicio médico va a buscarlas en el noveno mes para la hospitalización, ésta ya tuvo a la wawa hace un mes atrás, diciendo no alcancé a llegar, porque me ganó la wawa. (Para llevar la cosa hasta el absurdo, el mismo Servicio se pregunta actualmente por qué los niños aymarás nacen en forma prematura en el altiplano. Sospechan problemas de nutrición).

Nos cambiamos de domicilio: Es muy común en la comunidad aymará tener más de un domicilio, por lo general uno en su pueblo de origen y otro en la ciudad. Esto lo pueden aprovechar porque las rondas tienen fechas establecidas para realizarse, mensualmente, lo que permite anticiparlas y trasladarse de lugar (ciudad–pueblo, pueblo–ciudad), evitando así el control del parto.

Placenta en el antejardín: cuando un niño aymará nace, su placenta es enterrada en aquel lugar como una manera de simbolizar la armonía natural con la tierra, entre otras cosas. Cuando un aymará quiere decir que es de un lugar determinado afirma algo más o menos así: Nací en tal lugar y mi placenta está enterrada allí. Este evento es común en el altiplano, pero hoy sabemos que cuando ocurre en la ciudad se realiza de igual forma, puesto que el antejardín es un buen sitio para esto (La placenta en el hospital se bota).

Ojalá esta información sirva para abrir cabezas y no aumentar controles. Caso contrario, seguiría vigente la pregunta formulada junto a Germaín Bustos Pérez y una alumna de psicología (por entonces) Cynthia Raby Raby, en Santiago, en el Primer Seminario Nacional de Salud Intercultural y Políticas Públicas, en 1999 (publicada después por MIDEPLAN–MINSAL en el 2000):

¿Es aceptable que una mujer chilena (al menos, para nosotros), con 10.000 años de cultura, tenga que esconderse de nuestro sistema de salud (encima, de salud) para tener un hijo?

Heidegger decía que el asombro que piensa, habla en preguntas. Termino preguntando con la ilusión de que alguno de los presentes pueda alguna vez responderme.

Cuando aymarás y no aymarás nos encontramos: ¿Quién es mi semejante? ¿Quién es el otro? Y no me refiero al real que tengo enfrente. Tiene que ver con lo que dice Lacan, la relación imaginaria con el otro. Ese O–O'.

Para los alumnos de los primeros años de la carrera de Psicología de la Universidad de Tarapacá (que acá hay muchos) debería ser la pregunta:

¿Qué fantasma intercambiamos, cuando hablamos aymarás y no aymarás?

Para los alumnos de los últimos años:

¿Cuál es el objeto a que está en juego? Entendiendo que la letra a es una manera de nombrar la dificultad. Como dice Nasio, ocupa el lugar de una no–respuesta. Es significar una ausencia, en términos lacanianos. La ausencia de respuesta a una pregunta que insiste sin cesar.

A riesgo de que me digan Oscar el preguntón, a mis colegas en Salud les preguntaría:

¿Se podrá poner en el diván una cultura? El analista funciona en el análisis como representante del objeto a. Como el Otro del síntoma somos parte de la patología del paciente.

Ejemplifico con un chiste que muestra este intercambio de objeto a, donde parece que hablamos lo mismo, pero sólo es una apariencia (en Santiago, un amigo dice que soporta escucharme solamente por el chiste final):

Una familia invita a un niño amigo de su hijo, que aparentemente es un par de su hijo, a almorzar. Cuando van a hacerlo el padre reza y el convidado lo mira con tanto asombro, que invita a la madre a preguntarle: Carlitos, ¿en tu casa no rezan antes de comer? ¡No! contesta Carlitos y aclara: ¡Mi mamá cocina muy bien!

Han sido ustedes muy amables.

 

Iquique, 2001.

 


Ponencia al simposio "Cultura e Integración Social" del VII Congreso Chileno de Salud Mental y Psiquiatría, Iquique, septiembre 2001.

 

PÁGINA INICIAL